lunes, 29 de febrero de 2016

Trilogía de la templanza: I. El zigzag premonitorio

Me hablas de tu pasado
de nuestro presente.
Te hablo de mi presente
de nuestro futuro.

Dormimos a destiempo
porque el soñar es celoso.
Cortamos con tijeras
las horas que tenemos.

No me crees cuando te digo
el rumbo que nos lleva.
No te creo cuando me dices
que vamos a la deriva.

Dos Cassandras poseídas
por su propia profecía.
Dos matryoshkas siamesas
que juegan a ser hidras.

Anticipamos la herida
en la calma que precede
la estampida: la caída
libre de la guillotina.

Trilogía de la templanza: II. ¿Quién maneja tu barca?

Desde la otra orilla
veo barcos naufragar
y a otros seguir el rumbo.

El horizonte me corta los ojos,
no veo todo lo que existe,
ni existe todo lo que veo.

Veo el lento baile de la muerte,
la fragata fingiendo estar a flote
y el brusco hundimiento.

Veo el espejismo progresivo,
los fantasmas del barco pirata
que se alejan hasta desaparecer.

Anticipo el futuro como Cassandra,
descreída y descifrada, culpable
de conocer el rumbo y la deriva.

Trilogía de la templanza: III. Cortar en dos

Mi animal favorito son las tijeras
que cortan las serpientes en dos,
que cortan gemelos y siameses,
los días, las semanas y los meses.

Mi color favorito son las tijeras
que cortan la luz de la penumbra,
que cortan el blanco del negro,
las aguas, la tierra y el cielo.

Las tijeras que cortan
los cuellos de las jirafas
y los dedos de las palomas.

Las tijeras que cortan
la tela del mesías retratado,
la santa estampa del milagro.

domingo, 28 de febrero de 2016

Trilogía del desamor: I. Los amantes del peligro

Los amantes del peligro
son cangrejos enredados en la marea,
una balanza sin medida del equilibrio.

Los amantes del peligro
temen la picadura del escorpión,
la flecha miope del centauro.

Los amantes del peligro
juegan a ser siameses espejo,
a ser vírgenes inmaculadas.

Los amantes del peligro
viven en los ciclos armónicos
y mueren en luna menguante.

Trilogía del desamor: II. El patriarca de la ira

Llueve dentro de una casa sin techo,
las aguas cubren las esquinas,
el incensario no cesa de mojar
de humo de antiguos cristos muertos.

Llueve dentro de un cuerpo sin cabeza,
la sangre cubre los huesos,
los genitales no cesan de mojar
de humo de antiguos cristos muertos.

Llueven cuerpos sin cabeza,
casas sin techo, amores deshechos.

El hombre intenta atrapar el sentido
de todas las gotas de todas las lluvias,
recoge en el vientre el fuego
aireado de la nuevas vírgenes vivas.

El hombre intenta cimentar verbos
desenterrar verdades ocultas
asfixiarse en el vientre el fuego
aireado de las nuevas vírgenes vivas.

Trilogía del desamor: III. La matriarca arrepentida

Cientos de hilos y volantes
cosen la capa por la que
cientos de crías y gusanos
trepan con rabia.

La matriarca arrepentida
no puede ni mover las uñas
hasta el pelo tiene paralizado
en el temple del pánico.

Tuvo más de cien hijos
con la luna y la noche; 
suavizó erizos hasta 
la blanca caricia.

La matriarca arrepentida
devora una a una sus crías
por no poder quererlas
por no poder criarlas.

Reza desnuda en la laguna
a cualquier dios sintonizable
el estigma del cuchillo
clavado en el pecho.

Esta es la hija de los hombres,
la hija de la noche y las autovías,
la hija sin madre, devorada,
los pies sin cabeza.


martes, 23 de febrero de 2016

La torre: I. Rompecabezas


De ti me importa todo.
Desde que no estás
no me importa nada.
Solo importa la muerte.

La torre: II. Ciénaga


No es mucha la sangre
que queda en la bandeja de plata.
No muchas viudas llegaron
a la cima del monte del faro.

No son muchas las horas
del día ni de la noche 
en las que no te siento
como un animal vivo
reptando las paredes
asfixiándose en el vientre.
Tu cara de niño perdido,
los ciervos en la autovía.

No es mucha la sangre
que queda en la herida.
No es mucha la sangre
que queda en la herida.

Pero sí son muchas 
las espadas de San Jorge,
las cabezas del dragón,
los dolores de cabeza,
son muchas las noches,
la distancia que me separa,
mi ausencia sorda sonora,
la siempre sombra fría.



La torre: III. Lázaro


Levántame Lázaro
y lacera mi cuerpo de cerumen
de ojo abierto y tormenta cerrada.
·
Levántame Lázaro
e iza la bandera del desánimo
en mi territorio de fantasmas.
·
Levántame Lázaro
y llévame a la escena pasada
donde los amantes sobreviven.
·
Levántame Lázaro
por encima de mi cadáver
como una serpiente arrepentida.