No es mucha la sangre
que queda en la bandeja de plata.
No muchas viudas llegaron
a la cima del monte del faro.
No son muchas las horas
del día ni de la noche
en las que no te siento
como un animal vivo
reptando las paredes
asfixiándose en el vientre.
Tu cara de niño perdido,
los ciervos en la autovía.
No es mucha la sangre
que queda en la herida.
No es mucha la sangre
que queda en la herida.
Pero sí son muchas
las espadas de San Jorge,
las cabezas del dragón,
los dolores de cabeza,
son muchas las noches,
la distancia que me separa,
mi ausencia sorda sonora,
la siempre sombra fría.
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