Te visualizo entre los ojos
como un hueso de aguacate,
aprieto los planetas
que se me plantaron,
frunzo el ceño,
trenzo la leña.
Y ahí estás tú,
recto como un tronco de palmera,
con una vara en la mano
y en la otra desnudo.
Me parpadeo,
me mareo en tu imagen codificada
como un beso secreto en la mejilla
antes de irse por la mañana.
Me cuelgo del árbol que me salió
del entrecejo fruncido de trenzas
y me dejo esperar por el futuro.
Te me presentas cada noche
con los porcentajes de la luna
que me hizo doblar el poblado.
Me cruzo con todas las segundas
personas en los mismos puentes.
Todos tienen la misma sombra
que me colma de colmo la calma
que me cubre de cobre la cobra.
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